18 de mayo, 2020: la Corte Constitucional de Ecuador selecciona la resolución que negó medidas cautelares al colectivo de personas refugiadas colombianas (2 de agosto, 2019) en base a cuyos testimonios hemos construido este archivo. El colectivo había solicitado dichas medidas para evitar ser desalojados de albergues municipales que ocupaban en ese momento. Hoy, la Corte Constitucional debe emitir una sentencia en la que revise si la actuación del juez fue adecuada a principios y derechos constitucionales. Esta puede ser una oportunidad para que la Corte Constitucional, como el máximo órgano de justicia del país, determine los alcances de la protección a las personas refugiadas en Ecuador.
En el mes de mayo de 2019, algunas familias colombianas decidieron acampar a las afueras de las oficinas de Acnur en Quito como último recurso para llamar la atención sobre sus demandas de protección internacional y la garantía de sus derechos. La mayoría eran personas desplazadas por el conflicto colombiano y contaban con reconocimiento por parte del Registro Único de Víctimas de Colombia (RUV).
(entre 6 meses y 5 años de edad)
NO VIDENTE
Además de huir de su país, en Ecuador tuvieron que enfrentar 5 desalojos: del campamento, de los moteles a los que fueron transladados, de los albergues del municipio de Quito, de la iglesia Santa Teresa y de Cancillería, en el que la fuerza policial actuó de manera desmedida.
A pesar de la sentencia de muerte en sus lugares de origen, hay personas refugiadas que contemplan el regreso porque no logran acceder a vivienda, empleo, educación, salud y protección de sus vidas. El trabajo informal, mal remunerado y riesgoso para alguien que busca protección internacional, es casi siempre la única fuente de ingreso para las familias refugiadas. En el caso de los hombres, muchos son contactados para realizar trabajos físicos en talleres de mecánica o plantaciones que luego no son pagados. Volver, con todos los riesgos que implica se convierte en la única posibilidad para quienes sin dinero y sin redes de apoyo no pueden rehacer sus vidas dignamente en Ecuador.
Para las mujeres que huyen con sus hijxs del conflicto armado colombiano, la vida ocurre tratando de encontrar las palabras precisas para explicarles lo que les sucede, una y otra vez. La huida, el hambre, los desalojos y la discriminación se interponen entre el deseo de llevar una vida digna y la realidad insegura y hostil. Además de asumir el sostén económico y emocional de sus familias, la mayoría de mujeres deben defenderse del asedio y el abuso sexual de quienes se aprovechan de la fragilidad de la situación y también de la impunidad del sistema de justicia ecuatoriano que ni siquiera toma en serio las denuncias.
La lucha contra la violencia que afecta los cuerpos y territorios de las mujeres ha sido permanente, transgeneracional. Abuelas, madres e hijas han huido de un lugar a otro con la esperanza de encontrar un lugar en el que conozcan la tranquilidad. Como última medida optan por buscar refugio en otro país «sin guerra». Pero del otro lado de la frontera la sobrevivencia también está marcada por la discriminación y el «abandono» de las instituciones. Algunas de ellas se esforzaron en cumplir con el modelo de «graduación» implementado por Acnur para acceder a recursos económicos pero dicen que no terminaron de pagarles porque les exigían un ahorro. Y ellas se preguntan ¿Cómo ahorras vendiendo dulces y limpiando parabrisas?
El conflicto armado colombiano está activo y cambia de repente. Un día matan o capturan a alguien y eso reconfigura todo en los territorios. Es como si todo volviera a empezar: nuevos «jefes», nuevas «normas» y nuevas formas de imponerse a través de la violencia. Sobrevivir a su propia juventud es casi una hazaña para adolescentes y jóvenes colombianos que intentan ser reclutados a la fuerza por los grupos armados. Negarse no es una opción. Quienes se niegan y logran huir van cargando ese peso encima, el de ser descubiertos, identificados y finalmente asesinados, incluso en Ecuador, donde algunos intentan terminar de crecer rimando versos en los buses.
Vivir la experiencia de la huida múltiples veces tiene efectos graves en la salud física y mental. Quienes llegan a Ecuador y solicitan refugio no entienden por qué las personas creen que son guerrilleros o paramilitares, cuando en realidad vienen huyendo de una guerra que tiene más de 50 años en Colombia. Después de tener una familia y sin importar si son jóvenes o adultxs mayores, es muy difícil sobrellevar la soledad y la angustia que sobreviene al dolor de huir dejando lejos a sus madres, de separarse de sus compañeras de vida o de no volver a ver a sus hijos e hijas.
Casas de Pique
En los manglares del Pacífico colombiano se instauraron las temibles «casas de pique», donde los grupos ilegales torturan y desmiembran «coyuntura por coyuntura» a quienes incumplan con lo que ellos ordenan como pagos de «vacunas o impuestos ilegales, negativa a sumarse a los grupos o atestiguar cualquier acto de manera involuntaria.
1 of 5Grupos armados
El sur de Colombia es un corredor estratégico para grupos armados como las guerrillas, los grupos paramilitares y las llamadas bandas criminales y/o disidencias de las Farc. Dentro de sus procedimientos está tomar el control de ciertas zonas e instaurar «medidas» de control y dominio del territorio y la población. Algunos de estos grupos armados tienen presencia en algunas ciudades ecuatorianas también.
2 of 5Violencia estatal
Burocratización de los trámites, minimización de las denuncias y falta de garantías para acceder a derechos fundamentales como vivienda, salud, trabajo, educación y protección hacen parte de las faltas que el Estado y la función pública cometen contra quienes solicitan refugio. La violencia se agrava con personas afrodescendientes. La mayoría de la violencia estatal se produce en ciudades como Quito donde están los ministerios, Cancillería y organizaciones internacionales como ACNUR.
3 of 5Violencia social
La discriminación y el racismo originan muchas acciones y situaciones de violencia física, psicológica y económica contra las personas refugiadas. Existen casos en los que estas han sido víctimas de explotación laboral y sexual, o se les ha negado la posibilidad de acceder a vivienda, salud, educación y justicia por su condición de refugio y por su origen étnico. Empujones, insultos y escupitajos se suman a la típica frase «váyase para su país».
4 of 5Control migratorio
Si bien no hay exigencias mayores para que la ciudadanía colombiana cruce de Colombia a Ecuador, miles de personas refugiadas deben pasar por largos trámites migratorios que burocratizan la gestión de su vida. Vienen de persecuciones, violaciones, amenazas, y al llegar enfrentan la revictimización permanente de su historia, reducida a un sinfín de formularios que no reparan la violencia que han sufrido.
5 of 5El presente testimonio colectivo es la forma de una verdad compartida, en medio de una guerra, la persecución y el desvelo. Los testimonios que aparecen a continuación nos fueron relatados en el mes de julio de 2019, cuando visitamos los albergues municipales donde el colectivo de familias refugiadas colombianas se alojó en Quito. La gestión de albergue fue posible gracias a un llamado de Corredores Migratorios que respondieron compañeras de la Junta Metropolitana de Protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de La Delicia, y del Consejo de Protección de Derechos de Quito. Gracias a Natasha Montero y a Sybel Martínez por haberle dado sentido a su función pública.
¿Por qué nuestro llamado? En días anteriores, las familias habían sido destinadas por HIAS, organización que trabaja con ACNUR, a hoteles en extremos de la ciudad que ponían en riesgo su integridad: eran usados para intercambio sexual de paso; había tráfico de drogas y poco o nulo control para proteger a quienes allí se alojaban. En uno de esos hoteles, una niña del grupo sufrió abuso sexual por parte de un extraño. En otro momento, hubo ingreso de hombres con armas, según nos relataron. Asimismo, sus expedientes de refugio fueron descuidados por los responsables de ese traslado y leídos por empleados de uno de los hoteles, exponiéndoles. Los albergues, si bien temporales, como todas las soluciones parciales que iba hallando el colectivo ante la ausencia del Estado ecuatoriano, les permitieron una tregua.
Todos los testimonios en este archivo representan una voz colectiva, tanto para preservar la identidad de quienes testimonian como para darle relevancia a la experiencia común vivida por el grupo y atravesada por múltiples formas de la violencia.
Queremos agradecer al colectivo Atopia, a Fe y Alegría, a Casa Machánkara, a Plazuela Pizzería, a las decenas de personas que realizaron donaciones, a personas que nos acompañaron con su experticia, tiempo y palabra, como Natasha Montero, Mike Vento, Gina Benavides, Yoelina de Apóstol, Carmen Gómez, David Gustafsson, Giulianna Zambrano, Giovanna Tipán, Colectivo Atopia, Sybel Martínez, Natasha Montero, Soledad Álvarez Velasco, Verónica Potes, Luis Túpac Yupanqui, Javier Arcentales, por haber puesto en valor los testimonios de estas personas y por haberse permitido preguntas sobre aquello que puede ser mejor.
Por último, lo más importante. Queremos decirles a las mujeres, a los hombres, niñas y niños de este colectivo que les agradeceremos siempre por habernos permitido acompañarles en su convicción y en su lucha por vidas dignas. Cada día de poder fraternizar con ustedes e ir la retaguardia de su lucha nos brindó un aprendizaje invaluable de integridad y de fortaleza. Guardamos en nosotras sus abrazos, sus gestos, su humor, su valentía y la profunda dignidad con la que saben vivir. Este trabajo es para decirles que creemos en su palabra, y que sabemos que la guerra no puede ser eterna. Sabemos también que ustedes han sido víctimas de las violencias más atroces, pero que se reconocen como sobrevivientes, con una fuerza vital que admiramos. Gracias por habernos permitido caminar junto a ustedes este tramo que hoy relatamos en homenaje a la lucha de las personas refugiadas en Colombia y en todo el mundo. Que ustedes, sus hijas y sus hijos puedan despertar una mañana, en algún lugar, con la tranquilidad de no ser perseguidos. Que les halle pronto el sueño apacible de quien sabe que ya no vienen a matarle.
Un proyecto de Corredores Migratorios con la colaboración de hombres y mujeres del colectivo de familias refugiadas colombianas cuyas identidades hemos protegido. Con el apoyo de Fes-Ildis, Ecuador.
Coordinación, investigación y crónicas: Cristina Burneo Salazar
Infografía, cartografía, investigación y elaboración de contenidos: Isabel González Ramírez
Conceptualización y diseño: Josep Vecino y Edward Cooper
Realización audiovisual: Josep Vecino
Grabación: Michael Bento, David Gustafsson
Colaboradorxs del informe de DDHH: Verónica Potes, Javier Arcentales, Luis Túpac Yupanqui
Proceso de acompañamiento: Yoelina de Apóstol, Carmen Gómez, Giulianna Zambrano, Giovanna Tipán, Colectivo Atopia, Sybel Martínez, Natasha Montero, Soledad Álvarez Velasco